
Los fotógrafos en las últimas décadas hemos atravesado una crisis que devastó y desacreditó nuestra profesión. Una serie de eventos coordinados hicieron que al principio de la década del 80 no fuera necesario conocer fotografía para comercializarla.
Un avance tecnológico como los automatismos en cámaras y flashes hicieron que muchas personas que perdieron sus trabajos en una de las tantas crisis de nuestro país, con las indemnizaciones en sus manos vieran en la fotografía una salida económica viable, ya que no debían tener más conocimiento que apretar un botón y listo. La cámara se encargaba de poner en foco y el flas automático disparaba la cantidad de luz necesaria para que la imagen saliera bien y si no ocurría así el laboratorio comercial podía tratar de “arreglar” las fotos.
Finales de los ´70 y principios de los ´80 aparecen los laboratorios comerciales que realizaban copias en color en gran cantidad, desde ampliaciones hasta fotos para aficionados.
Esto hizo que nuestra profesión se desvalorara, ya que aquel que llevaba adelante este currito o changa como quieran llamarlo, no tenía ni idea de la forma de comercializar y como no tenía ningún esfuerzo para valorar, lo ideal fue trabajar en cantidad y a bajo costo. Esto hizo que los auténticos profesionales en su momento vean mermar su trabajo, ya que la gente había dos cosas que la impresionaba, por un lado que la foto sea en colores y por otro lado la nitidez ya que al utilizar lentes de buena calidad en cámaras réflex (en esa época los lentes eran todos buenos) las imágenes salían con mucha más definición que con sus cámaras de aficionados. Parecía que ya no importaba tanto el arte, convengamos que a muchos profesionales en esa época les costó mucho adaptarse al color ya que no tenían el mismo dominio que con el blanco y negro, pero siempre el arte fue, es y será importante. De alguna manera los profesionales pensaron que si comercializaban de la misa manera que los nuevos (mucha cantidad a bajo costo) les iría mejor, y cayeron en la trampa de la mediocridad, de ser “gatilleros”.
Hoy en día algunos se encuentran con una dicotomía, ya que piensan que deben seguir comercializando de esta manera, pero quieren tener calidad en sus trabajos y se capacitan para ellos, yendo a cursos, talleres, seminarios, etc. Pero hay algo que no les cierra y es el tiempo, ya que ahora no tenemos el laboratorio para que arregle nuestros errores o simplemente para llevar nuestros rollos con buena imágenes; ahora si queremos tener el control total de nuestras imágenes (algo que nos permite la fotografía digital) debemos pasar horas delante de nuestra computadora procesando y retocando imágenes antes de mandarlas a imprimir. La capacitación y la experimentación (fundamentales para el desarrollo de la creatividad) demanda la inversión de tiempo.
Tengamos en cuenta que muchos siguen con el criterio del curro o la changuita del fin de semana (cada vez son los menos) y tienen sus seguidores (gente a la cual no le interesa la calidad ni la creatividad), gente que sólo le importa el precio y si es barato lo quieren, no importa nada más. No creo que sea el cliente que más nos interesa, nunca será un cliente fiel, no nos recomendará, no tendremos una gratificación personal ni la admiración de ese cliente ya que a éste sólo le importa el dinero y no nuestro trabajo.
También debemos tener en cuenta la compra de equipo de mejor calidad y de accesorios que nos permitan ampliar nuestra técnica de trabajo.
Todo esto llevó a muchos a crear un paradigma pero ¿Qué es un paradigma?
Básicamente un paradigma es un marco de referencia mental que domina como pensamos y como actuamos sin que lo advirtamos, ya que opera por debajo de nuestro pensamiento consiente.
Los paradigmas no son ni buenos ni malos pueden hacernos bien o mal, según sea el paradigma, cuando lo adoptamos es bueno para nosotros (aunque esto no sea siempre sea así). Una de las formas más comunes de fijar un paradigma es a través de la repetición de conceptos.
El paradigma que domina la mente de muchos fotógrafos es:
“NO SE PUEDE”
• No se puede cobrar más.
• No se puede comprar tanto equipo.
• No se puede vivir sólo de la fotografía.
• No se puede ir de vacaciones.
• No se puede tener los mejores clientes.
Esto hace que no puedan avanzar, están a merced de esos pensamientos que les han sido inculcado y que creen, el siguiente paso es la resignación, se conforman con subsistir y agregar a su negocio algo que lo haga más redituable que el simple hecho de sacar fotos.
De esta manera perdemos la dirección ya que al diversificarnos caemos en la gerencia, ser gerentes de nuestro negocio (chico o grande) y dejamos de poner en el hecho de ser fotógrafos toda la energía que demanda.
El punto está en como revertirlo y esto será tema para el próximo artículo.
Gustavo Pomar